Las Organizaciones deben adoptar políticas, normas, procedimientos y estructuras de control interno que garanticen la integridad y eficiencia de los procesos de gestión de riesgos, en concordancia con las estructuras de Gobierno Corporativo.
Cada Organización ha venido diseñando sus metodologías de Riesgo Operacional de acuerdo con los lineamientos regulatorios de su sector y las mejores prácticas, contemplando cada una de las fases del proceso (identificación, medición, mitigación, seguimiento y monitoreo de riesgos e información de resultados), para el logro de los objetivos.
Ahora bien, ya conocemos que la pandemia causada por el COVID-19 llegó para quedarse y que muchos de los cambios que se han originado para seguir operando se convertirán en permanentes.
El teletrabajo, las prácticas de distanciamiento social, entre otros puntos, desde ahora serán una práctica común en casi todas las Organizaciones, por lo que resulta fundamental asegurar que la gestión del Riesgo Operacional las esté contemplando correctamente.
En este sentido, las Organizaciones, y sus responsables de la gestión de riesgos, deben procurar la existencia de un equilibrio entre la protección de sus colaboradores, la seguridad de sus clientes, la seguridad de la información y la nueva forma de operar, de tal forma que no se priorice la operación del negocio mientras se pone en riesgo la información de la compañía, la salud de sus empleados y las consecuencias para los clientes de los cambios llevados a cabo.
Todo lo anteriormente descrito pone de relieve la importancia que tiene el hecho de que la Alta Dirección sea capaz de generar e impulsar procesos efectivos de Culturización de Riesgo en sus Organizaciones, permitiéndole a sus equipos contar con la flexibilidad y las herramientas necesarias para afrontar de manera victoriosa este y otros procesos de cambio.